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Reforma o Revolución: Un debate vigente.

Barranquilla, 10 de Junio de 2.020



En su ensayo “Crisis de representación y constituciones contramayoritarias”[1], Roberto Gargarella se cuestiona acerca de la indiferencia y el rechazo de la gente hacia la política, su desconfianza hacia la clase dirigente y la incapacidad de los partidos políticos por motivar a la ciudadanía en participar de los asuntos públicos. En un esfuerzo sintético el escritor argentino nos brinda unas luces para tratar de comprender y allanar alternativas a estos interrogantes, más allá de las consabidas explicaciones del común.


Establece Gargarella que el sistema representativo norteamericano, base de referencia de la mayoría de los sistemas políticos latinoamericanos, caracterizado por la división tripartita del poder público desde los pesos y contrapesos: sistema legislativo bicameral, control constitucional a partir del poder judicial y un poder ejecutivo unipersonal, fue diseñado desde un comienzo para desalentar la discusión pública y delegar en unos pocos la ardua tarea de la razón y la deliberación pública.


James Madison el político más influyente y brillante de la época en que se sentaron las bases del sistema político norteamericano, consideraba que era necesario superar a las facciones políticas, entendiendo a éstas como a las mayorías dominadas principalmente por la pasión.


Se consideraba que existía una superioridad de una casta intelectual que estaba por sobre las turbulencias y locuras de la democracia.


Curiosamente, Madison, no incluía dentro de las facciones a superar a una en particular, a la facción de los esclavistas, que era la más poderosa de todas. En realidad, el control de las facciones políticas a las que aludía Madison, no era otra que la de ponerle freno al impulso de las mayorías sobre las minorías, era éste el principal objeto de la Constitución Norteamericana. Éstas minorías eran The selected few o The rich and well-born, que en síntesis eran la élite. La constitución norteamericana fue diseñada para proteger los intereses de esta minoría, de ésta élite.


Por eso, se puede explicar a la luz de nuestros tiempos la escasa participación ciudadana en los asuntos de estricto interés público.


Una de las principales características del desdén ciudadano se debe a que no hay sanciones para los gobernantes que incumplen su mandato, esto es, hay un reino absoluto o cuasi absoluto de impunidad para los que ejercen el poder, lo cual se traduce en una especie de resignación colectivizada.


Esto explica en gran medida la escalada de impunidad para diversos actores políticos, a través de diversas maniobras jurídicas y de terror ejercidas desde importantes sectores del poder colombiano.


La llamada “conexión positiva” entre el sistema democrático y la idea de imparcialidad contribuye a que las decisiones sean más justas, por cuanto éstas son de carácter público, la ausencia de este elemento favorece la parcialización de las decisiones, que es un asunto muy común por estas latitudes.


Los sectores alternativos, democráticos, intelectuales y sociales de la sociedad han venido haciendo valiosos intentos por democratizar la discusión pública, principalmente desde la capital del país, liderada por la bancada parlamentaria de oposición, así como de periodistas que a costa de su propia integridad han expuesto verdades en sendos y detallados reportajes y producciones cinematográficas recientes, en la que desvelan la que es tal vez, la principal característica de nuestro mancillado sistema político: somos un estado cuasi cooptado por el narcotráfico o dicho en cortas palabras somos un narcoestado.


En las periferias el asunto es distinto, como es el caso de la Región Caribe, en particular, en el denominado centro político de ésta región que es el distrito de Barranquilla.


Los contrapesos institucionales son inexistentes, pues, cada uno de ellos ha sido cooptado por el clan familiar que domina esta región del país, el clan familiar Char, entre otras cosas, uno de los clanes más poderosos del país.


La prensa, el Concejo Distrital (salvo el Concejal de la oposición Antonio Bohórquez), la Personería Distrital y la Contraloría Distrital, estamentos e instituciones llamadas a ejercer los contrapesos de la política local, hacen mutis por el foro desde hace 12 años, que es el tiempo que llevan dominando esta ciudad, que serán 16 años, ya que el actual mandatario es de esa misma élite.


Son pocas las voces que valiente y documentadamente han venido elevando planteamientos en torno a la política del cemento[2], que ya comienza a ver su desgaste por cuenta de la pandemia del COVID-19, desplomándose en la última encuesta de Datexco con 44% de imagen desfavorable.


Con este contexto, supondría un viraje del actual mandatario hacia una política de tipo social, con una reorientación del gasto público hacia el fortalecimiento del sistema de salud de la ciudad, hoy en completo caos, la destinación de recursos y alimentos para garantizar el cumplimiento de la cuarentena y la búsqueda de convenios internacionales de salud con naciones con experiencia y conocimiento en el manejo de la pandemia, nada de esto se ha hecho.


Por el contrario, vemos a un mandatario que ha bajado los hombros ante el remedo de Presidente que tenemos y ha procedido a liberar la cuarentena en los momentos de mayor crisis, justo cuando nuestra ciudad y departamento “aporta” casi el 50% de los muertos a nivel nacional y el 30% de los contagios a nivel nacional.

Algo se debe estar haciendo mal para que, con poco más de 2 millones de habitantes entre departamento y ciudad, seamos el foco de la infección de un país de casi 50 millones de habitantes.


Se necesita habilitar espacios de discusión pública para que los mandatarios escuchen de razones y tomen consciencia ellos mismos de que la pandemia es un asunto real que necesita medidas reales y de fondo para ganarle tiempo al contagio y comenzar a bajar el pico de la infección, no es sacando a la fuerza pública que se construye confianza ciudadana.


No basta con llamar “charlatanes” a los ciudadanos que antes buscaba sonrientes para pedirles el voto en la campaña electoral, sino que se requiere de una labor pedagógica insistente y persistente para que todos tomemos consciencia de la gravedad del asunto, acompañado desde luego de recursos tangibles que transmitan confianza entre las palabras y los hechos.


La desconfianza ciudadana hacia las instituciones y partidos políticos no es un asunto de moda o espontáneo, sino de carácter estructural e histórico como aquí hemos intentado demostrar.


Cuando las instituciones y las personas revestidas de autoridad sucumben ante los momentos de crisis, que demandan astucia, arrojo e inteligencia, son las ciudadanías las que tienen que hacer que las cosas funcionen, lo vienen demostrando las portentosas movilizaciones desencadenadas por el asesinato de George Floyd, que prendió la chispa de la rebeldía en la cuna del imperio más poderoso de la historia moderna.


Trump no tiene libreto para esta situación, sus horas en la Casa Blanca parecen estar contadas.


Las movilizaciones son herramientas indispensables para manifestarnos contra el descontento social, pero por sí solas no son suficientes para allanar salidas a un problema estructural como la crisis de los sistemas representativos contemporáneos, vale la pena entablar una discusión acerca de las posibles soluciones a la crisis de los sistemas representativos en el mundo, que hace tiempo dan muestras indiscutibles de agotamiento e incapacidad para satisfacer las amplias demandas ciudadanas.


¿Cuál es la alternativa al capitalismo? ¿qué sistema político puede crearse para satisfacer los anhelos de las amplias mayorías? ¿cómo desarrollar las sociedades a partir de un consumo cada vez menos depredador y voraz de los recursos naturales? ¿Cómo producir sin poner en riesgo la existencia de la vida sobre el planeta? ¿Reforma o Revolución?

Atentamente,


Gary Martínez Gordon

[1] file:///C:/Users/Hp%20Laptop/Downloads/crisis-de-representacin-y-constituciones-contramayoritarias-0.pdf [2] Denominada así la política de este clan, porque su principal ejecutoria han sido obras y construcciones de carreteras, parques y canalizaciones de arroyos.

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