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La vida no vale nada.


La bola se regó de una, un camión cargado de gasolina yacía a medio lado a un costado de la carretera. De inmediato, un centenar de hombres salieron a pie y en moto con recipientes plásticos disímiles prestos a recoger lo que más pudieran de ese “precioso” líquido.

El bullicio y el tumulto mandaban la parada, ni la presencia de la policía ni del chofer herido que sobrevivió al accidente pudo detener la sed de agarrar algo, así fuera un puchado de gasolina para vender, echarle a la moto u otro uso, lo importante era y siempre va a ser “agarrar algo”.


Cuando no se tiene absolutamente nada, una cerveza, un cable de cobre, una bolsa o un cartón, cualquier cosa que sirva para venderse o intercambiarse, incluso para tener de adorno, es motivo de celebración, es una pequeña victoria, pasajera, intrascendente.


Algunos creen atinar en sus análisis, al atribuir a la barbaridad, a la ignorancia, a la chabacanería y a la estupidez, los hechos acaecidos ayer en Tasajera. Permíteme decirte que te equivocas, compita, te equivocas terriblemente.


La gente no es tonta, sabe identificar bien lo que es bueno y lo que es malo, sabe demarcar la delgada línea que hay entre la vida y la muerte, porque toda la vida la han llevado en esa lucha, sorteando dificultades para llevar algo de comer, para fumarse un porro o soplarse una bolsa de perico.


“Pero los ves tú los fines de semana mamando ron”, afirman otros categóricamente.


¿Cómo crees sabihondo que se hace más llevadera una vida miserable sino es abstrayéndose del mundo real a través del alcohol y las drogas?


Tú te emborrachas y drogas por hobbie, porque tienes la libertad para decidir, el habitante de Tasajera no. Nació y creció en medio de la basura, el nauseabundo olor del agua empozada, las casas destechadas, el calor insoportable durante todo el día todos los días de su vida.


Tú mi amigo que tal vez le has visto la cara al hambre y te haces el desmemoriado o que tal vez, por fortuna no la has conocido aún, déjame decirte que no hay nada más humillante, depresivo, deshumanizante y lacerante del alma que sentir cómo los ácidos del estómago te carcomen las tripas y no, para eso no hay costumbre que valga, todos los días duele y arde en el espíritu. Esa sensación que sólo conoces de forma momentánea cuando llegas un poco tarde a tu casa y que te causa una rabieta, a otros les consume el cerebro, porque sin alimento ni nutrientes se va atrofiando y sólo tiene salida para las ideas más básicas del instinto de supervivencia, agarra lo primero que veas mientras puedas, porque después no va a haber segundas opciones.


Esas imágenes que te causan asco y burla, sólo son el reflejo de cuán descompuesta está nuestra sociedad.

Antes de juzgar a otro, trata de ponerte en sus zapatos, analízalo bien, busca las causas de su comportamiento, no justifiques, trata de encontrar explicaciones y en esa búsqueda tal vez, pueda que encuentres una solución al problema, volver a hacernos humanos.

Por Tasajera y por todos los hambrientos de Colombia, ¡un grito de indignación y dolor!


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