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¿Leninismo=Dogmatismo?

Barranquilla, 23 de Febrero de 2.017

“El espíritu de teoría, una vez que ha

conquistado su libertad interna,

tiende a volverse energía práctica:

sale del reino de las sombras y actúa

como voluntad sobre la realidad material externa…”

Marx

Con ligereza se suele asociar a Lenin con el dogmatismo, como si su acumulado teórico estuviese ligado en su tiempo a formas pétreas y descontextualizadas de hacer política, que es tomarse el poder.

Los tiempos en que creció, vivió y moldeó su pensamiento fueron los tiempos de la represión zarista, de la censura y la clandestinidad como mecanismo de supervivencia personal y política, por cuyos vericuetos aprendió a moverse a la perfección y a construir en las principales ciudades de la Rusia zarista, diversas estructuras cuyo propósito fundamental era la politización del proletariado mediante la difusión de la prensa que ellos mismos elaboraban, (incendiar los ánimos a través de la polémica y el debate político,) la entrega de documentos y textos que ellos seleccionaban (recuerden la censura) y de trazamientos que apuntaban a hacer de cada estructura una punta de lanza que sumara más y más militantes, cada vez más efectivos, cada uno con diversas capacidades, pero fundamentalmente comprometidos con el proceso revolucionario, no había lugar a equivocaciones, de haberlas se pagaba caro, el encarcelamiento o el destierro en Siberia eran unos de ellos.

Lenin actuó en correspondencia con su tiempo, en cuanto a la conformación de un pequeño pero poderoso aparato político que se diferenciaba de los demás por su carácter, fidelidad de principios, decisión infranqueable para el cumplimiento de las tareas (su aprecio por Stalin no era gratuito, era el hombre del trabajo sucio, asaltos de trenes para la consecución de recursos para el partido, de ahí la cuña de que sin finanzas no hay partido y sin partido no hay revolución). Estas características le permitieron irse ganando la confianza del proletariado y el campesinado. De igual forma, la preservación de sus estructuras más importantes después del “ensayo general”, la Revolución de 1.905, que fue dirigida por el joven Trotsky (a quien la historia poco a poco ha ido dándole el lugar que se merece, por lo menos no se ven tantos perros con su nombre), cuya derrota devastó las estructuras de su organización (de Trotsky), mientras que Lenin se mantuvo casi intacto, producto de su análisis preciso.

En el 17, este año se cumplen nada más y nada menos que 100 años de aquel majestuoso y potente acontecimiento que partió la historia de la humanidad en dos, estalló la revolución. La de febrero fue una revolución que dio al traste con el zarismo y que permitió el ascenso de un gobierno de corte burgués, conciliador e incapaz, que pretendía aplacar el torrente revolucionario de los obreros y los campesinos que vivían en la miseria y en medio del asedio de la primera guerra mundial. Lenin supo leer el momento, y en esa turbulencia que marcaba el momento supo diferenciarse de Kerensky y su llamado gobierno provisional para dar el zarpazo definitivo e ir por la toma del poder, de ahí la famosa consigna: pan, paz y tierra.

Dicha consigna recogía el sentimiento, las necesidades y el quehacer de las fuerzas que movían los hilos de la sociedad rusa, su olfato e inteligencia no fallaron y en medio de una marejada de fuerzas políticas importantes, con mayor influencia y número, supo hacerse a la mayoría, es decir, supo ganarles el pulso en cada asamblea de los comités de obreros y de campesinos, con una oportuna y precisa directriz, con una aguda y temeraria lectura del momento político, supo echarse al bolsillo a la gente y fue así como los bolcheviques se hicieron al poder, con él a la cabeza, dirigiendo la revolución desde el exilio, desde un pueblito muy hermoso de Suiza, La Chaux-de-Fonds, (que tuve la oportunidad de conocer) y desde el cual partió para dirigir lo que fuera el movimiento más desafiante a las fuerzas de la burguesía a lo largo de la historia contemporánea.

Me interesa reseñar su ascenso al poder por una razón sencilla: eso es lo que estamos buscando en Colombia (aunque hay gente que le gusta es hablar de las derrotas sempiternamente).

Al menos, quienes consideramos que para hacer las transformaciones que demanda nuestro país se necesita el poder o el gobierno para ir ascendiendo en niveles más profundos y certeros del poder en la sociedad. Pensar lo contrario, es pura y física carreta de quien se haga llamar comunista o revolucionario, o lo que es peor, de quienes creen que el simple hecho de militar en una organización política de izquierda los convierte por arte de magia en revolucionarios que andan como loquitos repitiendo frasecillas sin ninguna trascendencia.

Los tiempos cambiaron compañeros, la sociedad colombiana cambió. La mayoría de la población se encuentra no en los campos, sino en la ciudad. En estos momentos la cosa se resuelve en las urnas, no echando discursos en las oficinas y cafeterías entre nosotros mismos.

La sociedad de consumo que tanto analizamos y criticamos, es una realidad, no una ficción, aquí todo se compra y se vende, todo, absolutamente todo se cosifica, he ahí uno de los grandes triunfos del capitalismo y sus ideólogos.

La política es un bien que se compra y se vende al mejor postor, por eso el estado de cosas, el abstencionismo, la escogencia de los mismos con las mismas, el desinterés en asuntos públicos por parte de la población y la poca participación política.

Corresponde a nosotros, comprender esa sencilla pero cruda realidad.

Un aspecto fundamental tiene que ver con las formas organizativas de la izquierda.

La estructura leninista que algunos partidos adoptaron es una herencia del stalinismo soviético, que adaptada con ciertos ajustes les ha permitido seguir con vida y existencia, pero sin ninguna influencia importante en la gente.

A la militancia hay que darle libertadd de pensamiento, confianza, responsabilidades y tareas que ejecuten en cada momento de su vida social, hay que darle un norte definido, un programa político consecuente con las demandas de la sociedad, que esté en sintonía con lo que la gente está esperando hace rato, dar en el clavo.

Pero lo que sucede es estrictamente lo contrario, estructuras que amarran, desconfían, limitan el crecimiento de sus cuadros y lo peor, desligadas por completo de la gente.

Eso es dogmatismo puro y duro.

Uno ve movimientos importantes en el mundo que han logrado cosas, que han llegado al gobierno o que están a punto de hacerlo y sus características son de apertura, horizontalidad, creatividad, pluralidad, explosividad, carisma, alegría y esperanza, le dan ganas a uno de irse pa allá. Pero uno ve las reuniones, las ruedas de prensa, los portales, los escritos, los colores, las caras de nuestra gente acá y no se ve la chispa, algo que encienda el ánimo y los corazones de la gente, falta una tecla que prenda el motor.

Para la reflexión dejo estos interrogantes:

¿Por qué aún hay gente que recuerda al M-19 con esperanza? “Esos manes sí eran firmes” dicen, más allá de las valoraciones históricas e ideológicas, pero algo hicieron que a la gente le quedó gustando.

¿Si las actuales formas organizativas son tan efectivas y eficientes por qué no ganamos ni media elección o por qué no tenemos influencia importante en los centros urbanos para convocar al menos una marcha?

Para finalizar: Si hay que cambiar para avanzar hay que hacerlo, ¿no será que estamos leyendo mal el momento, no será que somos nosotros los equivocados y no la gente?

Como decía el camarada Memel: solo los idiotas no cambian de opinión cuando cambian las circunstancias.

Atentamente.

Gary Martínez Gordon


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