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Do ut des.

Se ha vuelto casi una costumbre para los colombianos y para la izquierda llorar sobre la leche derramada, si, porque esta coyuntura electoral demuestra la incapacidad de la izquierda para ponerse de acuerdo alrededor de lo fundamental que es la toma del poder o al menos sobre unos puntos mínimos de la política nacional y luego avanzar en las discusiones de mayor calado, pero no, pulula el ego antes que la razón y gana la de siempre, la división, el establecimiento.


Bueno y pierde el de siempre, el pueblo, pero ¿eso acaso importa?


Sectores del POLO se regocijan con los casi dos millones de votos, que en las circunstancias de la campaña permiten destacar el papel de las candidatas y no menos importante una opinión antisantista y antiuribista que se recoge en las candidaturas polistas. Significan poco más de 600 mil votos menos que en 2.006 con Carlos Gaviria y 600 mil más que hace 4 años con Gustavo Petro lo que deja una media electoral de casi 2 millones de votos en tres elecciones presidenciales.


¿El avance electoral de Uribe?


Los resultados electorales del domingo pasado reflejan un retroceso del uribismo en las urnas que se matiza por el triunfo sobre un pésimo candidato, tal vez el peor, que es el actual presidente, incapaz hasta de utilizar el poder estatal en provecho propio.


Uribe obtuvo en el año 2.002 una votación de 5.862.655 sobre 3.514.779 de Horacio Serpa. En el año 2.006 su votación fue de 7.397.835 contra 2.613.157 de Carlos Gaviria. Su sucesor, hoy contrincante político, obtuvo en la primera vuelta del 2.010, 6.802.043 votos, sobre 3.143.222 de Antanas Mockus. En la segunda vuelta, la votación fue de 9.004.221 sobre 3.588.819 de Mockus.


En las de Congreso de éste año, su partido político (Centro Democrático) obtuvo una votación general, con él como jefe de lista, de 2.045.564 votos, y este domingo 25 su candidato se impuso con una votación de 3.759.971 votos sobre 3.301.815 de Juan Manuel Santos.


Es decir, que si comparamos su última apuesta electoral propia con la del domingo pasado tuvo una pérdida de 3.637.864 votos, y si preferimos comparar la votación de quien fuera su sucesor (J.M. Santos) con la de su otro sucesor (O.I. Zuluaga) el detrimento de la primera vuelta con la actual es de 3.042.072 votos, en ambos casos la reducción es considerable.


Sin duda alguna las cifras favorecen a Uribe en estos momentos por el efecto psicológico del triunfo en primera vuelta, sin embargo, el camino no lo tiene expedito para retornar con holgura a la Casa de Nariño en cuerpo ajeno.

El panorama actual.


Hoy por hoy, la disputa se encuentra entre dos modelos económicos con similitudes inmensas, pues, Santos ha profundizado el modelo extractivista antinacional que Uribe legó. La diferencia en la política no es sutancial, el uno un vulgar chafarote latifundista paramilitar y el otro un hijo de la oligarquía rancia santafereña de dos y tres caras, que ha atenuado los niveles de polarización interna y regional por su juego a varias bandas. Los niveles de persecución y estigmatización se mantienen altos, la macartización y exterminio de dirigentes sociales y políticos de oposición son notables. El bombardeo incesante hacia el proceso de paz por parte del mismo Santos y su ministro de guerra dan cuenta de la política santista sobre la paz, una paz con la insurgencia siempre que ésta se rinda y pacte una serie de garantías para su reinserción a la vida política legal, pues, hartas veces ha dicho que el modelo económico y político no se está negociando y entonces ¿qué es lo fundamental de una negociación entre enemigos políticos en armas? ¿Las garantías políticas? Permítanme dudarlo.


Hoy la maniquea consigna de Santos sobre la paz no tiene contenidos serios, por su actitud y fundamentalmente porque los dueños del país que son los señores de la banca, el empresariado y las fuerzas militares que representa no están dispuestos a ceder un ápice de sus beneficios untados de sangre, ni qué decir del latifundismo retardatario que representa Uribe…


Pues, entonces mal haríamos en asociar el futuro de la paz con la reelección de Santos, dado que es concebida como un mecanismo de desmovilización de la insurgencia y no como un Pacto de Paz en el que todas las partes ceden.


Es una ilusión equívoca de la izquierda asimilar las reformas que tanto demanda el país con el futuro de los Diálogos de La Habana, entre otras cosas porque no ha salido a demandarlas en la calle y en la plaza pública, tal vez, por aquella concepción aséptica y cómoda de no untarse de temas que tengan que ver con la lucha armada. Exceptuando a las organizaciones sociales como la Marcha Patriótica y el Congreso de los Pueblos y algunos dirigentes nacionales comprometidos con la causa de la Paz, han salido a exigirle a Santos seriedad y respeto por la causa de la Paz Nacional y las consecuencias se han visto con crudeza, los asesinatos de la MP y los encarcelamientos de sus dirigentes más destacados han sido la respuesta gubernamental.


Santos juega con el clamor nacional por la Paz pero no está dispuesto a concluirla como sabe que demanda la nación, porque él no responde a la nación sino a un reducido grupo de poder, privilegiado con la guerra y el modelo económico y político que ha ayudado a construir en su “exitosa” carrera por la presidencia.


En la contraparte se encuentra un sector más retardatario y recalcitrante desde lo político y lo ideológico, está un proyecto de corte fascista en cabeza de un criminal comprobado, venido a menos por el desgaste de 8 años de administración, y en particular por quienes manejan los hilos del estado, pero que lo necesitan en el juego para asustar lo suficiente en caso de que las cosas no resulten con Santos.


¿Qué hacer?


La izquierda debe hablarle claro al país, dar muestras honestas sobre su concepción del porvenir nacional. El juego polivalente de Petro llegó a su límite, la lógica del todo vale porque él es el mesías de la izquierda ha llegado a tope. El sectarismo del MOIR y la repulsión hacia todo que no provenga de sus entrañas le hace daño a todos, a las intenciones de unidad, los 200 mil votos de Robledo no alcanzan para ganar una presidencia, mucho menos si se quieren quedar solos eternamente. La indecisión o las pésimas decisiones del PC no son coherentes con un partido revolucionario to be or not to be that is the question. La apuesta unilateral de la MP por la movilización social no es suficiente para conjugar los profundos malestares del país nacional, se necesita conjugar la movilización social con apuestas por los espacios de gobierno, ¡si con todo y la ausencia de garantías! Y el resto de capellanes que se olvidan del 70 por ciento de abstencionistas y corren a hacer pactos con Santos deben detenerse con sobriedad y contribuir con seriedad a la conformación de un bloque unitario de las fuerzas de izquierda y los demócratas del país para disputar en la calle y en las urnas el poder o el gobierno a la élite.


Sobre las elecciones, la táctica leninista del Do ut des sólo sería válida si el voto contra Uribe está acompañado de la tan aplazada y urgida decisión real de buscar la unidad programática y política por el poder, de lo contrario seguiremos siendo las doncellas del liberalismo eternamente.


Consolidar una identidad propia, un proyecto político propio, auténtico y decidido a tomar el cielo por asalto ha de ser la consigna principal.


Por último, las elecciones de 2.006 arrojaron resultados importantísimos, nunca vistos y el espíritu que se respiraba era el de avanzar unitariamente en la consolidación de todas las fuerzas de izquierda alrededor de un proyecto político serio, amplio y democrático, la historia ya la sabemos, el sectarismo, el egoismo, la oposición desde las alturas y la corrupción se llevó aquella noble intención. La creación de un Frente Amplio con la izquierda, con los patriotas, con los similares es el reto principal.


Tienen ustedes la palabra señores y señoras, el pueblo espera y el enemigo acecha.


Adenda: El 15 de Junio saldré con un tapabocas a votar por Santos en contra de Uribe, el voto en blanco es inútil por completo.



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